lunes, 1 de diciembre de 2014

Bosnia y Herzegovina - El Buscaminas.

Recuerdo, en la tranquilidad y el aburrimiento de mi casa, sin saber qué hacer para escapar de aquella monótona vida, jugar al buscaminas para matar el tiempo. Mi record está en 3 segundos. Solía jugar como quien juega la ruleta rusa, dejándolo todo en manos de la suerte y el destino, buscando un poco de emoción. No podría haber imaginado que hoy estaría en Bosnia y Herzegovina, pedaleando entre campos de minas. Esta vez no era un juego.










Estaba emocionado y nervioso por entrar en este país desconocido e inhóspito para mí. Mientras pedaleaba hacia la frontera, intentaba imaginar como serían sus tierras, sus pueblos, sus gentes, que habían acabado una cruenta guerra hace no más de 20 anos.
Al llegar a la frontera tuve una divertida conversación con el policia que custodiaba la entrada:

- Hola, su documentación o pasaporte, por favor.
- Aquí tiene.
- ¿Dónde va?.
- Voy dirección Sarajevo.
- Aham... ¿Sarajevo?, ¿En bici?.
- Sí.
- Aham... Va usted a Sarajevo en bici, ¿Ahora?.
- Sí, ahora...
- ¿Por qué?.
- Porque voy a cruzar el país.
- ¿En bici?.
- Sí, en bici.
- ¿En invierno?
- Sí, es invierno, ¿No?.
- ¿Estás bien?.
- Sí, eso creo.

El policia que está atrás se descojona, y yo tampoco me puedo aguantar la risa.

- Esta noche 0 grados, manana lluvia y pasado nieve.
- ¿Nieve?, Nunca he visto la nieve!.
- Mira, venir aquí en verano está bien, pero en invierno...
- Es difícil, pero no imposible.
- Vale, te deseo mucha suerte.

Aunque fue divertido el tono irónico con el que me hablaba, ese policia no estaba de broma, el invierno aquí es duro. Yo solo soy un inconsciente que va a cruzar la línea y aceptar, posiblemente, el mayor reto hasta la fecha. Pero he oído que el hombre bosnio es duro, fuerte, resistente, un guerrero. Y yo, quiero parecerme a ellos, quiero conseguir ser como un bosnio y solidarizarme con su pueblo.

El paisaje que se iba apareciendo ante mis ojos era delicioso, primero montanas vestidas con colores ocres y apagados, casi como una foto en sepia. Lo cual era lo que esperabas de un país así. Luego se abrió una llanura que me hizo sentir muy lejos y apartado de la civilización. Zorros y halcones escapaban a mi lento pasar, pero no a mi rápida vista. Pueblos abandonados y muy separados entre si, con solo algunas casas derruidas y con las paredes tiroteadas. Allí no había nada, algun granjero que persistía al paso del tiempo, pero nada más. La mayor afluencia se encontraba en los cementerios, que en este caso, si abundaban.











Avanzaba y me daba cuenta de que este país era diferente a todos los que había visto. Mientras lo normal, siempre era encontrar ciudades, pueblos, bares, gasolineras, centros comerciales... Allí aún no había visto nada de eso. Llevaba más de 50 kilometros y ningún indicio de la civilización, parecía que todo el mundo hubiese huído de allí. Muy de vez en cuando me cruzaba con algún pastor, o con algún coche que no perdía la oportunidad para saludarme. Bosnia es diferente, tiene algo de especial, algo que me emociona, siento ese miedo a lo desconocido, pero también, esa atracción que me invita a continuar.











70 u 80 kilómetros después de mi entrada, seguía sin dar con algún sitio en el que cambiar dinero, comprar comida, o, tomarme un café. En el mapa pude ver que la ciudad que me quedaba más cerca era Livno, quizás allí encontraría lo que buscaba. Si no, tendría que ir hasta Mostar, y me quedaba bastante lejos para ir sin reservas de energía, bendita improvisación... Mientras continuaba podía ver a los lados de la carretera los avisos de campos de minas anti-persona, me preguntaba donde acamparía hoy. Poco después, cansado ya y aceptando que no llegaría a Livno de día, decidí jugar al buscaminas. Esta vez dejando a un lado la suerte y el destino. Elejí ponerme detrás de un cementerio, junto a una cancha de baloncesto, no puede haber minas donde juegan los ninos. La partida continua.








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